2. Fomentar el orgullo de equipo
Promover eficazmente el sentimiento de pertenencia o el orgullo de sus colaboradores forma parte de las cualidades humanas del directivo. Estos soft skills tienen un impacto significativo en el bienestar de los trabajadores y en su determinación de alcanzar la performance a la que todos aspiran. El orgullo es un sentimiento poderoso que anima a los empleados a dedicarse de lleno a su misión, les hace querer progresar y adquirir nuevas competencias. Menos utilizado que la remuneración como palanca motivacional, el orgullo, en cuanto se adueña de los miembros del equipo, permite al directivo centrarse en los aspectos fundamentales a mejorar y le abre un nuevo campo de posibilidades. Sin orgullo, los empleados se sienten mucho menos estimulados y muestran menor disposición a asumir desafíos.
3. Gestionar el desarrollo de las competencias de los empleados
Además de estas dos cualidades humanas esenciales, los directivos deben saber acompañar a sus colaboradores en su trayectoria profesional, ayudándoles a adquirir nuevas competencias. Aplicar las estrategias más adaptadas a cada persona, sacar lo mejor de cada perfil y colmar eficazmente las lagunas forma parte del know-how de todo directivo. Los empleados necesitan sentirse respaldados y constatar su progreso en términos de carrera, competencias y trayectoria dentro de la empresa. Un directivo es un pedagogo que guía a su equipo hacia la consecución de los objetivos, ya sea comunes o individuales, y contribuye a la realización profesional de sus colaboradores poniéndose al nivel de cada uno de ellos.
La remuneración variable del directivo: elegir los buenos KPI
La remuneración variable de los directivos rara vez se sustenta en los KPI adecuados. En realidad, los indicadores de performance seleccionados suelen responder más al perfil del equipo que al del directivo en cuestión. No obstante, elegir los KPI adecuados para definir la remuneración variable de un directivo requiere centrarse en la performance del directivo y no en la de su equipo.
Recompensar a los directivos por el éxito de sus equipos no tiene sentido dada la verdadera dimensión de su trabajo. Este enfoque corre el riesgo de incitar a los directivos a realizar ellos mismos el trabajo esperado, en lugar de ayudar a sus colaboradores a alcanzar y superar los objetivos fijados. Además de desviar a los directivos de su misión principal, esta elección de KPI es absurda, dado que los empleados ya reciben una remuneración variable propia y específica.
En realidad, los KPI deben elegirse en función de las cualidades fundamentales que debe poseer todo directivo. Si no es capaz de integrar a sus colaboradores en la empresa, de desarrollar en ellos un sentimiento de orgullo fundado en sus conocimientos y de ayudarles a adquirir nuevas competencias, el directivo fracasará en su misión. Porque en ese caso, es imposible que sus empleados alcancen la performance que se espera de ellos.
Por supuesto, los criterios de evaluación elegidos deben ser cuantificables. Pueden medirse, por ejemplo, a la luz de los resultados de las encuestas internas de satisfacción, los marcos de competencias y otras herramientas que actúan como barómetros internos. Correctamente calibrados, estos KPI permiten definir una remuneración variable adaptada a esta valiosa profesión.
Ni evaluador, ni coach, ni jefe de proyecto, el directivo desempeña una labor fundamental para la realización personal de los empleados, la cohesión de los equipos y la performance global. Al redefinir esta profesión, ahora nebulosa, y dotarla de criterios de performance adecuados, las empresas contribuyen al bienestar de sus empleados, impulsan su performance global y recuperan el atractivo de la función del directivo.